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sábado, 17 de mayo de 2014

El dilema de estudiar ciencia en México

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Ante el menosprecio social, el desempleo y el desinterés por parte de las instituciones y el gobierno, los jóvenes científicos mexicanos encuentran pocas alternativas mejores que el exilio. ¿Qué le espera a una sociedad, si ahuyenta el conocimiento y la innovación? Escenario diagnóstico de José Luis Cortina que explica mucho del actual subdesarrollo mexicano.

Jorge Luis Cortina

La percepción general respecto al desarrollo de la ciencia y la tecnología en México concentra visiones cargadas de pesimismo. Ello se debe a que diversos factores se suman para casi imposibilitar que el país desarrolle su potencial en estos campos. Sin embargo, son pocas las ocasiones en las que se profundiza sobre la raíz de este mal.
A esto se puede deber que el simple hecho de elegir una carrera científica en el país conlleve por sí solo bastantes dificultades. En la Encuesta sobre Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México 2011, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) para el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), se concluyó que 4 de cada 10 mexicanos tienen una perspectiva errónea sobre la vida cotidiana debido a su falta de interés en el rubro científico.
De hecho, el mismo estudio definía como «desinteresada» la relación que los mexicanos guardan con la ciencia. Los propios jóvenes que estudian alguna disciplina científica deben lidiar con ese desinterés día a día, así como con el hecho de que el futuro les depara más conflictos que satisfacciones.
El primer obstáculo
La misma encuesta aplicada por el Inegi afirma que el 78. 22 por ciento de los jóvenes estudiantes mayores de 18 años no están interesados en dedicarse a la ciencia ni a alguno de sus aspectos subsidiarios al momento de ingresar a la universidad.
Germán Benitez, estudiante de matemáticas en la UNAM, apuntala esta perspectiva: «Es todo un reto porque desde que decides estudiar una carrera relacionada con la ciencia sabes que empiezas algo muy complicado, y no sólo académicamente, puesto que las oportunidades para ejercer después de terminar la carrera son muy reducidas».
En efecto, la última es una advertencia que diversos especialistas han realizado desde tiempo atrás. Por ejemplo, en el marco del Encuentro en México de Matemáticas y Física Experimental de 2010, Alfredo Macías, doctor en física por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), opinaba que el menosprecio por el sector científico mexicano ha alcanzado tal grado que incluso amenaza con condenar a la nación a postergar su capacidad de desarrollo en los próximos años.
Sofía Flores, estudiante de biología en la UNAM, añade a lo anterior una variable de experiencia: «Convertirse en científico no sólo depende de los años invertidos en la licenciatura. Ahora incluso se necesita tener un grado de doctor para poder comenzar a pelear por plazas importantes en el ámbito científico (así como para tener un laboratorio, comenzar a tener proyectos propios, obtener dinero para ese laboratorio y no depender de algún científico de mayor grado). En México el apoyo para alcanzar esto es muy limitado y, por lo mismo, sumamente competido».
De acuerdo con la Organización para la Cooperación  y el Desarrollo Económicos (OCDE), el gobierno mexicano sólo destina entre el 0. 39 y el 0. 4 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) nacional a la inversión en ciencia y tecnología. En contraste, Japón invierte desde hace varias décadas como mínimo el tres por ciento de su PIB en la misma área.
Incluso, existen países latinoamericanos, tales como Cuba, Chile, Argentina y Brasil, que invierten hasta 2 por ciento del mismo indicador en el desarrollo científico. Esa situación determina que entre los países miembros de la OCDE México se encuentre en el último lugar en el rubro de inversión en ciencia y tecnología. Por ello no sorprende que el poco espacio laboral opere como un factor en contra de la decisión de estudiar ciencia en este país.
Diáspora científica
Las pocas posibilidades de crecimiento profesional para los científicos nacionales han obligado a muchos jóvenes a buscar alternativas de trabajo fuera de México. El mismo doctor Macías apunta que, en los últimos años, la prioridad de varias instituciones científicas nacionales se ha centrado en fomentar entre los estudiantes la realización de estudios en el extranjero.
En el pasado, otras naciones han buscado solventar sus limitaciones laborales a través de esta vía. España, por ejemplo, impulsó durante la década de 1970 la salida de sus jóvenes aspirantes con la intención de que, apenas terminaran su carrera, volvieran a ese país para trabajar. En el caso de México, sólo parece cumplirse a medias con el primer paso.
Por un lado, Macías señala que el bajo presupuesto destinado para otorgar becas al extranjero representa un primer obstáculo a superar. Si bien en 2011 dicha cifra alcanzó a superar los 42 mil millones de dólares, la enorme demanda en el rubro provoca que los recursos destinados sean insuficientes para cubrir esa necesidad.
Además, el doctor de la UAM expone que los jóvenes mexicanos que logran salir a estudiar encuentran enormes dificultades para regresar. En principio ello ocurre porque encuentran que México no cuenta con suficientes plazas de trabajo adecuadas para su grado de capacitación.
Giovanna Valenti, doctora en Ciencias Sociales por la UAM, señala sobre ello que la industria nacional, en general, contrata en pequeñas cantidades a los profesionales que cuentan con estudios de posgrado. Ello se acentúa más en el caso de los científicos.
Al respecto, la estudiante Sofía Flores destaca: «Me parece que somos el tercer país del mundo con más fuga de cerebros, y debido a que somos científicos con mucha creatividad –no lo digo yo, lo he escuchado de científicos extranjeros–, nuestra capacidad es altamente reconocida en países donde la ciencia sí se valora».
Durante la primera Reunión General de Ciencia y Humanismo, celebrada en enero pasado, los doctores Luis Orozco, Pablo Meyer Rojas y Ray Sánchez-Pescador enfatizaron que existen muchos doctores en ciencia de origen mexicano en el extranjero. En su opinión, muchos no regresan debido a que existe un «desinterés en contratar a candidatos que han pasado una temporada en el extranjero, favoreciendo a los candidatos locales y pasando por alto la experiencia adquirida en el extranjero que podría ser importada al país».
Aunado a ello, instituciones como el Conacyt y el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) reconocen que el número de plazas en la academia disminuyó en los últimos años. El crecimiento de la competencia y el aumento del promedio de años que los científicos ocupan las plazas de investigación se suman a los factores que propician la «fuga de cerebros» mexicanos.
La investigación
Como colaborador de un laboratorio adscrito a una institución educativa, Miguel Contreras Sieck, estudiante de antropología física en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), percibe un panorama complicado para la ciencia en México con respecto al terreno de la investigación: «La mayor dificultad que se observa al estar en estos laboratorios es la falta de apoyo. A veces no se dan cuenta de que en lugares como éste puede generarse información muy valiosa que a futuro puede ser útil para muchas cuestiones».
En días recientes, un artículo de la revista científica Nature aseveró que la investigación, el desarrollo y la innovación científica no han representado una prioridad para los servidores públicos mexicanos. Así, lejos de observar un aumento en las inversiones para todos esos rubros, el presupuesto destinado a ciencia y tecnología decrece de manera alarmante.
Para el presente año, el Congreso otorgó poco menos de mil millones de pesos al campo científico, anunció Juan Pedro Laclette, coordinador general del Foro Consultivo Científico y Tecnológico. Ello afectó a distintos fondos sectoriales, muchos de los cuales son destinados a apoyar el desarrollo científico en los estados y a promover la innovación.
Ahora bien, la falta de apoyo económico no se concibe como una limitante para continuar las labores de investigación. Alternativas tales como colaboraciones entre instituciones académicas, sean éstas mexicanas o del extranjero, han permitido la continuación del papel central que juegan los laboratorios en el desarrollo científico del país.
«La ENAH, como institución educativa, tiene la oportunidad de servir como captador de información –etnográfica y demográfica, por ejemplo. No obstante, como consecuencia de la falta de recursos para trabajar debidamente con esos datos, la escuela opta por pedir la asistencia de otros laboratorios, estableciendo acuerdos de colaboración entre uno y otro con el fin de facilitar el estudio correcto de todo lo captado», destaca Contreras Sieck.
Según Federico Stezano, doctor en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso México), el panorama nacional muestra grupos de investigadores aislados pero de alta calidad científica que operan a pesar de las dificultades presentes en el país. Para el sociólogo, ello se debe a que la mayor parte de las empresas mexicanas no se involucran en procesos de transferencia de conocimientos, sean éstos pactados con otras empresas o, bien, con el sector académico.
Vías de cambio
En el marco de una entrevista publicada en La Jornada, Ruy Pérez Tamayo, inmunólogo e investigador mexicano, analizó la situación general del desarrollo de la ciencia en el país:
Todo el país está así –subdesarrollado– porque la ciencia está subdesarrollada y no al contrario. La razón por la que está en subdesarrollo es multifactorial. Lo que ha ayudado a su desarrollo, que sí existe, […] es la conciencia civil, la sociedad mexicana; porque a las autoridades no les interesa, aún no tienen conciencia sobre la importancia que tiene apoyar la ciencia y la tecnología para el desarrollo de la sociedad.
Así, en los últimos años los propios científicos se han propuesto diversas vías en aras de mejorar la situación general de su profesión en México. En particular, se bosquejan visiones que pretenden acercar a los jóvenes al trabajo científico mediante estrategias como los programas de estímulo. En opinión del doctor Alfredo Macías, eso serviría para incentivar entre los jóvenes el estudio de cualquier carrera en el rubro.
«Cuando vamos a las preparatorias a platicar con los muchachos de cuestiones interesantes y novedosas, siempre tenemos auditorios llenos. Si hiciéramos este trabajo de forma cotidiana, tendríamos mucho éxito, porque la motivación puede vencer muchas carencias materiales», comenta el físico mexicano.
Germán Benítez complementa sobre ello: «Lo único que nos queda como científicos es esforzarnos cada vez más para poder obtener lo que necesitamos, así como para darle difusión a nuestras actividades y, sobre todo, hacer accesible la ciencia para la gente, con la intención de que también ellos valoren y vean que es importante para la vida cotidiana».
Difusores de la ciencia como el doctor Macías conciben la falta de información como un factor que opera en detrimento de la inclinación de los jóvenes hacia una carrera de este tipo. Sin embargo, hay otras perspectivas que señalan que lo anterior es sólo una parte de la problemática a enfrentar.
La socióloga Giovanna Valenti apunta en su estudio Construyendo puentes entre el capital humano y los sistemas de innovación que además de que los estudiantes cuentan con poca información sobre las posibilidades laborales de los científicos, también se requieren políticas que transformen la relación actual entre individuos, organizaciones empresariales y áreas de desarrollo de ciencia y tecnología del país.
Mediante esas estrategias, Valenti considera que la ciencia podría convertirse a futuro en una profesión medianamente atractiva para la población mexicana. Aunque eso requiere un mayor interés de parte de las autoridades y gobiernos, de quienes muchos miembros del sector piden atención.
Dentro del artículo publicado en Nature, se recuerda que durante su etapa como candidato presidencial Vicente Fox Quesada prometió elevar el gasto en investigación científica y desarrollo tecnológico del 0. 4 al 1 % del PIB. Sin embargo, las últimas listas y análisis revelan que esa promesa nunca estuvo cerca de cumplirse.
No obstante, las últimas campañas presidenciales llamaron la atención de los especialistas debido a la vuelta sobre la discusión planteada por Fox doce años antes. Todos los candidatos coincidieron en proponer la duplicación del presupuesto para ciencia y tecnología, así como crear nuevas instituciones encargadas de vincular el desarrollo científico y tecnológico con el gobierno federal.
José Franco López, presidente de la Academia de las Ciencias Mexicanas en la ciudad de México, se congratuló sobre ello: «Ésta es la primera vez que escucho a los candidatos expresarse positivamente sobre la ciencia. Antes, la ciencia no figuraba entre los discursos. Pero ahora, ciencia, tecnología e innovación se están reconociendo como motores para el desarrollo económico».
Y, en efecto, jóvenes como Sofía Flores reconocen: «Los científicos siempre hemos representado materia prima de crecimiento económico y de mejoras sociales, así que un país que no le da valor a esto, que no nos reconoce y que no entiende todo el potencial de un científico está condenado a quedarse sumergido en la miseria y en el tercermundismo».
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Jorge Luis Cortina

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